Si un hijo o hija te pega hay que denunciar

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Las Lágrimas de Rocío

Rocío Carrasco es una víctima. Nadie lo puede poner ya en duda. No existe la equidistancia en este tema. Dice Ana Bernal en ‘Sálvame’: “Rocío ya se ha explicado. Si alguien no la entiende ya no es problema suyo. Es problema del otro”. 

Creo que deberán pasar años para entender la importancia del testimonio de Rocío Carrasco. No solo porque se ha dado visibilidad a algo tan desconocido como el maltrato psicológico sino porque se ha puesto sobre la mesa un tema tan espinoso como el de la violencia que los hijos pueden llegar a ejercer sobre los padres.

La consigna es clara: si un hijo o una hija te pega no puedes permanecer en silencio. Denunciar, aunque te duela, es lo más sano para ambos.

Seguiré hablando de Rocío Carrasco, por supuesto. Pero antes quiero compartir una reflexión. Me escandaliza la poca generosidad ­–por no decir mezquindad­– que muestran algunos compañeros con la serie documental de Rocío. No es libertad de expresión la suya. Es rabia, ira.

Àngels Barceló

El viernes me quedo consternado con las imágenes del frustrado debate en la SER. Me inquieta ver a esa Rocío Monasterio mostrando unas artimañas nauseabundas, impropias de una persona demócrata. No podemos permitir que el odio se instale en la Comunidad de Madrid. De nosotros depende.

Me impacta ver a la Barceló desencajada ante un barullo tan viscoso. Por la noche, sueño con ella. En el sueño me la encuentro sentada en el suelo, entre las bambalinas de lo que puede ser un plató de televisión. Y me dirijo a ella y le recuerdo su desaparición del escenario de los Ondas cuando le tocaba entregarme mi premio. 

Siento que en el sueño mantengo esa conversación que tenía pendiente con ella y soy capaz de cerrar esa historia que once años después me seguía doliendo. Ya, no. Me despierto con una extraña sensación de paz, de alivio. A la Barceló le importará bien poco, pero yo ya siento que me he reconciliado con ella.

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