Esta vez mi madre ha aparecido en casa con dos kilos de gambas, dos de pulpos y otros dos de bacalao. Se va superando. Cabe reseñar que viene en AVE desde Barcelona, así que tiene su mérito. No es lo mismo que tu madre tenga que coger un taxi con ese cargamento a un tren, dónde va a parar. Las madres son así y no hay vuelta de hoja.
Ahora hablo mucho con mi madre debe ser cosa de la edad. Comparamos analíticas y ella está muy feliz porque tiene los “trigléticos” fenomenal. Le comunico mi sueño de vivir al borde del mar y me dice: “¿Y no te aburrirías?”. “Pues no lo sé, supongo que no”. “No sé yo, luego aquello que se queda tan solo y no vive nadie”.
En España, nos gusta que a la gente le vaya bien, pero no demasiado bien. Admitimos un triunfo puntual, pero no un éxito continuado. Escribo estas sesudas reflexiones tras ver a Penélope Cruz recogiendo su merecidísimo Premio Donostia. No entiendo cómo en nuestro país no la veneramos. Ha conseguido lo que ninguna otra actriz en nuestro país y todavía somos muy cicateros a la hora de reconocer sus logros.
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