Decía Encarna Sánchez que oyente cabreado no cambia de dial. Así ella empezaba cada tarde su programa con un tono apocaíptico amenazándonos con que al mundo le quedaban dos telediarios. Lo pintaba todo tan mal que parecía que nos íbamos a ir a tomar por saco en bicicleta en tres, dos uno.
Este cuerpo maduro que me devolvía el espejo no casaba con mi mente atolondrada. Sin embargo, en esta ocasión no me reboté contra el mundo, sino que me reconcilié con lo que veía. No está siendo un cumpleaños fácil. En diciembre, le contaba a Bertín OSborne que estaba viviendo uno de los momentos más felices de mi vida y, en marzo, subro un revés de salud.
En seis meses, la muerte ha pasado de ser una idea a convertirse en una realidad muy cercana. Las enfermedades están haciéndose más presentes entre mi grupo de amigos –y en mí mismo, claro– y me doy cuenta de que la palabra “cuidarse” aparece más que nunca en nuestras conversaciones.
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