Una bomba de relojería
Antonio Tejado tiene cuerpo de jota y espíritu de copla. Recordemos que
pasó mucho tiempo en Cantora debido a que su tía María del Monte e Isabel Pantoja fueron amigas. Y eso debe marcar un huevo tu educación sentimental. Cómo pretendemos que salga un chaval que desde pequeñito se pasaba los veranos escuchando ‘Marinero de luces’ o ‘Era mi vida él’, por parte de Isabel, y ‘Cántame’, por parte de su tía. Pues locuelo perdido. Me lo imagino intentando contar una relación, diciéndole a una chavala a la luz de la luna en Cantora: “No te aferres a un imposible. Ya no te hagas ni me hagas más daño oooooooohhhhhhh”.
Sentimentalmente, Antonio es una bata de cola andante, una copa de fino al mediodía, un rasgueo de guitarra al atardecer y un chupito de whisky bien cargadito a eso de la medianoche. En definitiva: una bomba de relojería. Confiaba en él, pero mis expectativas se han visto superadas.
Antonio Tejado es tramposo, mentiroso, manipulador, dicharachero, divertido, jaranero, simpático y muy sexual. O sea, un concursante de reality de primerísima categoría.
Quien avisa no es traidor
El viernes me meto en la cama a las diez de la noche con un libro. Al rato, hablo con F., un muchacho de 21 años con el que me escribo por IG. Es uno de los chicos más espectaculares que he visto en mi vida. Paso muchos ratos escudriñando sus fotos, recreándome en todas y cada una de las partes de su cuerpo. Me cuenta que esta noche no sale porque se está reservando para un fiestón que se celebra una vez al mes en Madrid y que es un auténtico despiporre.
Yo a su edad salía muy poco. Vivía en Badalona con mis padres, me quedaba un año para acabar la carrera, y creo recordar que no sentaba muy bien en casa que llegara tarde. Aunque esto me daba igual, la verdad. Porque seamos sinceros:
a mí el trabajo me ha salvado la vida. Creo que una de las razones por las que trabajo tanto es porque así no salgo. La noche me ha gustado de siempre. Los bares, las discotecas e incluso los afters han sido para mí durante muchísimos años lugares santos.
Me gustaba salir, beber, bailar, perder el control, llegar a casa del revés —a poder ser acompañado— y disfrutar la resaca de los domingos tirado en el sofá. Estos inesperados días de sol me han puesto el cuerpo y el alma cachonda. Calles de España, cuidado: la bestia está empezando a despertarse.
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