Pocos días después de enterrar ‘Sálvame’, comenzaba a grabarse en Miami ‘Sálvese quien pueda’ con ocho colaboradores del programa: Belén Esteban, María Patiño, Kiko Matamoros, Kiko Hernández, Terelu Campos, Lydia Lozano, Víctor Sandoval y Chelo García Cortés. Un equipo dirigido por el brillantísimo David Valldeperas pergeñó en un tiempo récord un reality de seis capítulos. Trabajaron a destajo, como lo hicieron durante catorce años en ‘Sálvame’. Y consiguieron no solo sacar adelante el trabajo sino algo mucho más importante: seguir creando magia. Contaban, eso sí, con ocho bestias de la comunicación. Ocho profesionales entrenados por y para el show. Lo que hacen los colaboradores en ‘Sálvese quien pueda’ es complicadísimo: cogerle el tranquillo a las reglas del reality rapidísimamente y transmitir que su trabajo está al alcance de cualquiera. Hacen muy fácil lo difícil. A eso se le llama tener talento.
La excusa del reality es algo endeble: una vez que los colaboradores de ‘Sálvame’ se quedan sin trabajo porque les chapan el programa emprenden un viaje a América para intentar colocarse. En realidad, cualquier percha se queda coja ante un equipo como el que integra ‘Sálvese quien pueda’ porque arrasan con todo. Solo quieres verlos a ellos. A todas horas. Hay veces que hasta me sobran los planos recurso. Si eso me pasa a mí, que me los conozco al dedillo, no quiero ni imaginar lo que va a significar para su público verlos de nuevo en acción.
Van a querer más y más porque son profundamente adictivos. Droga dura. Otra cosa es que ellos no te gustaran antes. Entonces olvídate porque no te van a gustar ahora. Es como si yo fuera a ver a María del Monte en concierto y le pidiera que me cantara ‘Agapimú’. Pues no. No dudo que habrá una segunda temporada. Y una tercera. Porque lo más importante de todo es que, después de ver el reality, acabas con la sensación de que quieres muchísimo a toda esa panda.
Artículo original en Lecturas.