He buscado por las redes a mi amor de los 18 años y no lo he encontrado

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En el año 1997 estaba en el mismo hotel del Caribe en el que estoy ahora. Me acuerdo incluso del día porque vi la boda de la infanta Cristina con Urdangarin por la tele. Ahora son las cinco y veinte de la tarde de un domingo y escribo en una habitación frente al mar. La de 1997 daba a los jardines. He prosperado. El hotel está como yo: se nota que han pasado los años y como te pongas a escarbar un poco alguna gotera encuentras. Cada vez llevo peor no dormir en mi cama, por no hablar de lo que echo de menos mi almohada. Los primeros días que paso fuera de mi casa me despierto como si hubieran pasado un par o tres de tractoradas por mi cuerpo. Y hasta que se me recompone más o menos pasan algunas horas. Una de las cosas buenas que tiene viajar es que echas de menos tu casa. Es como si te volvieras a enamorar de ella. Ojalá pasara lo mismo con las personas. 

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No pasó nada, él tenía novia

Acabo de ver ‘Nuovo Olimpo’, una película italiana en Netflix. Me ha entretenido y hasta he llorado. No sé decirte si es buena o mala. Trata de dos muchachos que se conocen siendo muy jóvenes y que en un momento dado se pierden la pista. No me quiero explayar más por si acaso te decides a verla. Cuando finaliza pienso que seguro que todos debemos tener una historia inacabada en nuestra vida. La mía tiene que ver con un chico que conocí cuando yo andaba por los dieciocho. Sucedió en verano, que es cuando suceden siempre esas historias. Él tenía novia. Yo, no. No pasó nada porque creo que él, conmigo, se enfrentaba a situaciones emocionalmente desconocidas. 

Recuerdo esa despedida

Yo, sin embargo, tenía muy claro que él me gustaba muchísimo. Era muy atractivo. Yo, no. Nos buscábamos continuamente con la mirada y aprovechábamos cualquier momento para estar juntos y hablar de nuestras cosas. Recuerdo perfectamente cómo fue la despedida. Él estaba en un autocar. Nos separaban los cristales de las ventanas y la vida. Me miraba con una sonrisa triste. Se acababa el verano y una historia, la nuestra, que nació sin que nadie lo esperara y que desapareció en cuanto perdí de vista el autocar. 

Nuestros ojos se cruzaron

La película italiana ha hecho que me vuelva a acordar de él. ¿Pensó alguna vez en mí? ¿Me habrá visto alguna vez en la tele? ¿Se habrá acordado en algún momento de nuestra historia? Recuerdo, sobre todo, aquella vez que se cruzaron nuestros ojos de una manera especialmente intensa. Era de noche. Estábamos rodeados de más gente. Él llevaba pantalones cortos. Me pilló mirándole. Y sin mediar palabra entendí que me decía: “Yo también”. Aquella historia tenía música: “Que tinguem sort”, de Lluís Llach. Me acuerdo perfectamente de su nombre y de sus dos apellidos. Hasta lo he buscado por las redes pero nunca lo he encontrado. De todo esto hará treinta y cinco años. Todos tenemos una historia así en nuestras vidas y estoy convencido de que tú, que me estás leyendo, estás emocionándote recordando la tuya. 

Concurso en la piscina

Uno de mis libros favoritos es ‘El amor en los tiempos del cólera’, de García Márquez. La protagonista, Fermina Daza, pasa su luna de miel en el París de finales del XIX. Al volver a la ciudad colombiana donde reside –en el libro no se especifica cuál–, le preguntan por el cachondeo de la capital francesa y ella responde con una expresión caribeña: “Más es la bulla”. De la frase –y de la bulla– me he acordado esta mañana en la piscina. Una entregada animadora animaba a todo el mundo a participar en un juego: adivinar el nombre de una canción –y el intérprete– tras ofrecer solo un pedacito de ella. 

Al final, he sucumbido

Quien lo supiera tenía que levantar la mano. Yo he adivinado (aunque no he levantado la mano porque hubiera muerto de la vergüenza) ‘La camisa negra’, de Juanes; ‘Así fue’, de Juan Gabriel o la Pantoja, los dos nombres eran válidos; y ‘Tu vuo fa la americano’. Como no sabía quién la cantaba no me habrían dado el punto. También ha sonado ‘El serrucho’ y alguna de Daddy Yankee. La música estaba a tal volumen que podría haber resucitado a todos los muertos de tres inmensos cementerios. He estado a punto de quejarme pero la gente estaba tan participativa que no quería quedar como el turista cascarrabias. Al final he sucumbido y me he visto a mí mismo pegando bien la oreja para saber si adivinaba la canción. 

«Más es la bulla”

Me interesaba sobremanera cuál era el premio que se ganaba cuando llegabas a tres aciertos. La señorita animadora no lo ha hecho público pero ha advertido a los tres ganadores que se quedaran en la zona de la piscina para recibirlo. Es decir, que tenía más pinta de ser una piña colada que un apartamento en Torrevieja. Luego ha puesto la canción de un muchacho que trabaja en la limpieza del hotel. Como estaba por la zona de la piscina le ha pedido que se acercara al micrófono para entonar unas estrofas y el muchacho ha aparcado la escoba y nos ha cantado durante unos minutos. Campillo, se llamaba. “Para que quede bien claro que aquí apoyamos el talento del Caribe”, señalaba muy ufana la animadora. Tras su actuación se ha dado inicio a la sección “Peticiones del oyente”. Podías pedir una canción con la condición de que bailaras unos pasitos delante de toda la concurrencia. Un señor de Ecuador ha pedido que le pongan ‘El tiburón’ y yo me he quedado loco porque jamás podría llegar a imaginar que alguien pudiera solicitar una canción así. Pero ha sucedido. Y al momento he pensado que, definitivamente, “más es la bulla”.

Artículo original en Lecturas.