¡Ay, Mila! ¿Sabes que no estoy triste? Hija mía, tanto tiempo esperando este momento y ahora no estoy triste, para que tú veas cómo son las cosas. Triste llevaba hace ya algún tiempo. Cuando empecé a darme cuenta de que te ibas a marchar, échale unos cuantos meses atrás. Antes de estar triste estuve cabreado. Incluso contigo, te lo confieso. No lo he podido evitar, lo siento.
Mi cabeza no podía aceptar que una enfermedad te machacara. Pero justo ahora que te lo he confesado me doy cuenta de que en realidad no estaba cabreado contigo, sino con la vida. Esa misma vida que me ha permitido disfrutarte durante muchísimos años y que por eso no le guardo rencor, sino agradecimiento.
¡Hay que ver la que nos has montado, guapa! Que tienes al personal revuelto de dolor, te lo tengo que decir. Con la mala leche que has gastado a veces –muchas, pero con gracia– y el amor que dejas. Ni te lo imaginas.
“Esto se acaba”
Mila, ¿te puedes creer que acabo de mirar el móvil para certificar qué día era el domingo y me ha aparecido una foto contigo? He hecho una captura de pantalla y todo para dar fe de ello y que luego no me llamen flipado.
El domingo 13 de junio me escribiste un mensaje a las doce y media del mediodía diciéndome: “Parece que esto se acaba”.
Tras mi sesión semanal con mi psicóloga, llamé a mi médico para decirle que quizás deberíamos ajustar la dosis de antidepresivos porque me notaba un poco bajo de ánimo. Le conté incluso que estaba enfrentándome a la despedida de una de las personas más importantes de mi vida y que eso, como era lógico, me estaba afectando mucho.
Te juro que fue colgar el teléfono y antes de que pasara media hora recibí una llamada de tu hija: “Mamá quiere verte. Lo antes posible, Jorge, porque esto va muy rápido”. Acabé de almorzar rápidamente, me duché y me planté en tu casa. Ahora quiero darte las gracias, Mila. Gracias por querer despedirte de mí. Gracias por dejarme decir “te quiero”. Gracias por haberme dejado mirarte a los ojos por última vez.
No te vamos a olvidar
Me arrodillé y te cogí de la mano. En un primer momento te lamentaste de lo rápido que había ido todo, pero no te regocijaste en la pena. Inmediatamente me dijiste: “Anda que la de aventuras que hemos vivido juntos”. Y sonreíste. Y yo igual, aunque también lloraba, claro. Pese a todo ahí seguía mi Mila. Mi compañera.
Nos reímos recordando tu paso por los realities a los que te había empujado a participar. Estabas serena, tranquila, y me reconfortó muchísimo la situación, porque me hubiera partido el alma verte angustiada. Pero no. Hablamos de la despedida con naturalidad, sabiendo que era lo que tocaba en ese momento.
Incluso me atreví a decirte: “Por favor, hazme alguna señal. Solo te pido que me hagas alguna señal”. Y me maravilló tu respuesta: “Si me dejan…”.
Vienen días duros
“¿Estás cansada, Mila?”. “Sí”. Capté el mensaje. Me acurruqué junto a ti, te abracé. Me dijiste al oído: “Te quiero”, y te respondí: “Yo más”. Y me fui, luchando con unas ganas locas de quedarme acurrucado junto a ti el resto del día. Yo no sé si serán los años, Mila. O el miedo y a veces la angustia que nos provoca enfrentarnos a esa despedida. Pero ¿te podrás creer que en ningún momento tuve la sensación de que la despedida iba a ser definitiva? Me quedé extrañamente tranquilo, con la idea de que te estabas preparando para marcharte a otro sitio. Y así estoy desde el martes. En paz desde que me despedí de ti.
No estoy sin ti, te siento muchísimo más presente que todo este año de mierda en el que nos hemos visto tan poco. Quizás ahora esté así de tranquilo porque ya llevo un año luchando contra esa absurda manía tuya de marcharte, pero el caso es que siento que vuelvo a vivir de nuevo.
Vienen días duros. Tratar en ‘Sálvame’ la noticia de tu partida, por ejemplo. ¿Sabes que había decidido no presentarlos cuando sucediera? Esa era una de las cosas que más me atormentaban mientras pensaba en el adiós y ahora estoy deseando hacer unos programas de los que te sientas orgullosa. Porque vas a estar viéndolos, que te conozco.
Has sido una gran compañera y no estoy dispuesto a perderte. Sigue cuidándome como lo hacías cuando estabas entre nosotros, por favor.
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