Ventaja de no trabajar tanto: que puedes evitar irte de vacaciones cuando se va todo el mundo. Desventaja: que te quedas en tu casa un poco mustio porque casi toda la gente que conoces se ha pirado a algún sitio. Y como no ha parado de llover los festivos van sucediéndose y los planes se echan a dormir el sueño de los justos. Así que aquí estoy, dándole a la tecla un domingo a las ocho y veinte de la tarde deseando que llegue el lunes y el país se ponga en marcha en nuevo. Que falta le hace, que está al borde mismo del colapso. Esto no lo digo yo, que conste. Estaba haciendo zapping el Jueves Santo y me topo en Telemadrid con la emérita Sofía, que ha acudido a presenciar la salida del Cristo de los Alabarderos y le conceden el privilegio de realizar la levantá. Llegado el momento exclama: “Por España”. Y a la comentarista de Telemadrid le sale de las mismas entrañas decir: “Eso, por España, que falta nos hace”.
Así, en plural, hablando por todos los millones de españoles. A ver, contextualicemos. Es Telemadrid, y para esa cadena todo lo que no sea Madrid está echado a perder. Que digo yo que tampoco será así del todo porque algo tendrá nuestro país cuando lo bendicen millones de turistas que quieren visitarlo. Este año batimos récord. Pero entiendo que nunca llueve a gusto de todos, y más precisamente por estas fechas. A mí sí que me parece que nuestro país tiene que ponerse las pilas urgentemente con algunos temas. Con la sanidad pública, por ejemplo. Un familiar muy directo mío, en Barcelona, ha tenido que esperar casi seis meses para una operación. En Madrid, la madre de mi fisio falleció sin ni siquiera recibir tratamiento contra un cáncer. En mayo le hicieron unas pruebas y el oncólogo no la recibió hasta noviembre. Murió un mes después.
La plaga que nos marcó
Más falta nos hace preocuparnos por mejorar la vida cotidiana de los ciudadanos que andar metiéndole miedo al personal. Pero como decía Encarna Sánchez: “Oyente cabreado no cambia de dial”. Lo sabíamos muy bien en ‘Sálvame’: nada como vender los temas con tensión para que la audiencia se quede pegada. Pero no es lo mismo montarte un akelarre porque Lydia Lozano no ha invitado a sus compañeros a su fiesta de cumpleaños que andar todo el santo día atemorizando a la gente con unas plagas que no terminan nunca de llegar. Sé perfectamente lo que es una plaga, por eso me molesta tanto el tremendismo. Viví una que marcó, de distinta manera, a varias generaciones de homosexuales. El sida. A una generación se la cargó. Enterita. Sin compasión. Y a otras nos dejó traumatizadas.
Hablo del sida porque esta Semana Santa he leído y he visto una serie en la que se habla de él. Gracias a Àngel Llàcer leo ‘La Herencia’, de Matthew López, una función ambientada tres décadas después del nacimiento de la epidemia. Me hace sonreír y llorar a mares. Con un dolor que me conmueve y me inquieta. Qué miedo pasé durante siete años de mi vida al ser incapaz de hacerme las pruebas del VIH. Cuánta soledad. Cuánta impotencia. Cómo iba a compartir mis temores si todo lo que estaba relacionado con esta enfermedad remitía al vicio y al castigo. Le cuento a Tom G. cómo me ha impactado ‘La Herencia’ y me recomienda ‘Angels in America’. Sí, llego tarde. La serie es de 2003. Ambientada en ese Nueva York del 1985 devastado por el virus y con un presidente, Reagan, que despreciaba a los enfermos porque entendía que se merecían lo que les sucedía. El despreciable fueron él y sus políticas, menos mal que hay series, películas y obras de televisión que no lo olvidan. No hace tanto de todo este sindiós. Es muy difícil explicarle a la gente joven el miedo que pasamos durante muchos años por culpa del dichoso virus. O lo mal que se trataba a los enfermos, que eran rechazados en hospitales y por muchos familiares. De ahí que los amigos se convirtieran en un elemento fundamental para acompañar a tantísima gente que, de lo contrario, habría muerto sola.
Llega Carmen Borrego
Finiquitada la Semana Santa llega definitivamente a España Carmen Borrego. Pero su Via Crucis no ha finalizado. Le queda un calvario importante en los platós. La conozco desde hace muchísimos años. Tiene una arquitectura mental y emocional complicada. Muchos miedos. Muchas fobias. Demasiadas angustias acumuladas. Me conocéis: si no provoco, no me divierto. El jueves le diré, totalmente convencido, que es la ganadora moral de ‘Supervivientes 2024’. Y, como la conozco, lo mismo se lo cree y todo.
Artículo original en Lecturas.