Volvemos a la carretera. El viernes actuamos en el impresionante Auditorio de Zaragoza y ayer domingo hicimos dos funciones en el Filarmónica de Oviedo con las localidades agotadas desde hace días. Hoy lunes hacemos otras dos también con todo vendido. Pues la felicidad debe ser algo parecido a esto. Ayer, al finalizar la segunda función le dije a Isa, mi gerente: “Creo que no tengo pareja porque es difícil encontrar a alguien que me llene tanto como mi profesión”.
El sábado me acosté a las tres y media de la madrugada, a las doce del mediodía del domingo estaba metido en el coche para venir a actuar a Oviedo. Comí una ensalada de arroz en ruta, llegamos a las cuatro, pasé por el hotel para darme una ducha rápida y directo al teatro, de donde no salimos hasta pasadas las diez de la noche. Lo que para muchos sería una tortura para mí es una auténtica bendición. Oviedo celebra las fiestas de San Mateo y los compañeros de la compañía las disfrutan con intensidad. La vida vuelve de nuevo a las calles. Son las once de la mañana del lunes y sigo en la cama. Me encanta perder el tiempo en horizontal: leyendo, tonteando con el móvil o jugueteando con un cuerpo ajeno. El sábado en el ‘Deluxe’ nos enteramos de que Tom Brusse había tenido una relación sexual con un hombre. Gracias a esa valiosa información vuelvo a mis diecisiete años y me preparo para renovar mi repertorio de miradas y caídas de ojos. La vida es bella.
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