Anoche soñé con Lima, señal de que ya debo volver a casa. Es la que más me echa de menos cuando estoy fuera. Cuando en marzo me operaron pasó un día tan apagada que pensaban que se había puesto enferma. Fue acabar la operación y que saliera todo bien y, al día siguiente, renació.
Tengo ganas de volver a casa. Y también al trabajo, porque intuyo que este año va a ser un año crucial. Me pregunto si después de tanto tiempo la gente seguirá acompañándome. Son demasiados años, demasiadas horas, demasiados programas.
¿Qué pasará esta temporada? Tras casi dos meses de vacaciones, aterrizo con la sensación de que la lucha es cada vez más complicada y eso me gusta. Creo que tengo uno de los trabajos más apasionantes del mundo.
Recuerdo ver a Teresa Campos en el comedor de mi piso de Badalona siendo yo adolescente. Desde el principio, me gustó lo que veía. Para empezar, no era una jovencita ni un bellezón, que era lo que se estilaba en la tele de entonces. Se le adivinaba carácter y opinión propia. Fue de las primeras mujeres modernas que descubrí.
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