Debilidades

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Reconozco que tengo debilidad por las Campos. Por las tres. Por la madre porque me acompañó televisivamente durante mi adolescencia y quería ser su amigo desde entonces. Porque era moderna, divertida, dicharachera y tenía pinta de ser muy divertida. Luego me he dado cuenta que es todo eso pero además muy vulnerable, lo que me ha hecho quererla más.

Lo de admirarla se da por sentado, nadie que sepa de televisión puede negar que Teresa Campos ha hecho historia en el medio. Es un animal televisivo que todavía puede dar muchas sorpresas. Así que no soy objetivo cuando hablo de las Campos. Tiendo a defenderlas cuando se les va la olla, cosa que me parece que está muy bien porque esas salidas de pata de banco ayudan a fomentar la leyenda.

Hoy viernes, a las ocho de la mañana, me he bajado Tinder. No sé si el Tinder es gratuito o no, pero he caído en sus redes de una manera muy tonta y me he hecho socio por seis meses. Soy Tinder Gold. Y estoy aprendiendo mucho de ‘matches’ y demás pijadas. Pero, ¿por qué he llegado al Tinder? Estando en el aeropuerto de Phuket hablo con un amigo y le explico las dificultades que tengo para darle salida a mi cuerpo serrano.

Él me habla de una aplicación VIP para ligar, y no ese saco de perfiles falsos en las que se han convertido las demás. Para entrar, te tienen que invitar y que la plana mayor de los que están dentro te acepten. «Siendo tú quién eres —me dice—, no tendrás problema. Te hago la gestión y te cuento». 20 días después le llamo para preguntar y me contesta: «No te han aceptado porque no dejan entrar a gente que trabaje en la televisión relacionada con programas de corazón. Es que muchas y muchos de ellos están casados».

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