Leibovitz no solo ha fotografiado a los Reyes: ha intuido su futuro. Los Reyes dejarán de serlo y serán otra cosa. Estrellas invitadas, relaciones públicas de lujo, asesores de vaya usted a saber qué. Pero de aquí a algunos años no desempeñarán un cargo institucional. Las fotografías así lo atestiguan: las figuras de Letizia y el Rey están rodeadas de unas sombras tenebrosas que parecen estar deseosas de engullirlas. Tiro de memoria para comprobar qué recuerdo me ha quedado del trabajo de Leibovitz. Intuyo a un señor con un montón de galones desparramados por el pecho y a una señora posando para la portada del Vanity Fair. Creo que ha mediado muy poco tiempo entre aquellas impactantes imágenes de unos Reyes manchados de barro a estas otras en las que parecen primos lejanos de María Antonieta.
Cuando fueron a Paiporta pensé que los monárquicos recalcitrantes utilizarían las imágenes de los Reyes para reivindicar la permanencia de la institución. Así fue. Les escuchabas hablar y parecía que los Reyes habían logrado salir ilesos de una peligrosísima escaramuza urdida por el Viet Cong. Se activó el botafumeiro y Felipe y Letizia se pasearon durante unos días en loor de casi santidad. Pero creo que las fotos de Leibovitz no aportan mucho a la imagen de la Corona. Proyectan tal frialdad, tan escasa conexión con la realidad que después de contemplarlas un rato no puedes evitar preguntarte: ¿Quiénes son estos señores? Y, sobre todo, necesito que se valore el hecho de que si la monarquía no existiera Victoria Federica no tendría razón de ser. Solo por eso España merece ser republicana.
Escribo estas líneas conmocionado por la última queja de Carmen Lomana. Se lamenta la celebrité de que el día que fue a ver a Broncano a ‘La Revuelta’ el presentador no la saludó. Me extraña, porque me consta que es un chico muy educado. Otra cosa es que viera a una indeterminada señora rubia entre el público y no la reconociera pero eso es algo que Lomana debe ser incapaz de asumir porque ella misma asegura que conecta mucho con el público joven. Deberíamos saber qué entiende la socialité por ‘conectar’. Y también qué entiende por ‘joven’.
“Me va peor que a Terelu”
El sobresalto de la semana lo ha provocado Terelu Campos, que ha contado que lleva mogollón de años sin conocer varón. Y es que llega una edad en la que lo vas dejando, lo vas dejando hasta que un día caes en la cuenta de dos cosas: de que no te acuerdas de cuándo fue la última vez y de que tampoco lo echas tanto de menos. Yo creo que voy a una vez por mes/mes y medio. O sea, una mierda. Creo que me va peor que a Terelu porque ella ya pasa del tema pero es que yo me dedico a ello con el mismo ahínco como si buscara petróleo. Pero nada. Muy rara vez suena la flauta, y perdón por esta metáfora tan obvia. La tierra es para quien se la trabaja pero no dispongo de mucho tiempo para abonar el campo.
He comprobado que en ese aspecto las aplicaciones no me rinden mucho. Para solucionar el asunto debería salir más pero no estoy por la labor. Porque no tengo dónde ir. Creo que en general las ciudades no ofrecen ocio para los solteros de entre cincuenta y sesenta años. Sí que hay mundo hasta los cincuenta y a partir de los sesenta pero nada entre medias así que te ves obligado a repetir esquemas: bares de copas y discotecas los fines de semana. Los evito por puritito cansancio y porque en unos eres el mayor y en otros el más joven. Para evitar sentirme fuera de lugar prefiero quedarme en mi casa con mis perros. Pero sigo indagando opciones porque a optimista no me gana nadie, que conste.
“Gonzalo Miró es de los míos”
Apuro el domingo tumbado en el sofá haciendo zapping. En una de tantas vueltas por diferentes canales me encuentro con Gonzalo Miró. Cuando lo veo subo el volumen de la tele. Cuando hablan algunos de sus compañeros lo bajo porque no quiero empezar la semana encabronado. Me gusta Gonzalo. Después de unos principios titubeantes ha encontrado su lugar en la televisión. Como es de los míos me parece que habla con solvencia y con rigor. Siempre estoy de acuerdo con lo que dice y cuando mi argumento se me queda corto ahí está él para ayudarme a reafirmarme en mis ideas. Creo que también trabaja en la COPE comentando fútbol pero ahí ya no lo escucho porque el fútbol me interesa menos que Carmen Lomana. Lo sigo en Instagram y veo que pasa momentos muy divertidos con Loles León y con Boris Izaguirre. Ya le he dicho a Boris que tiene que llevarme un día con ellos.
Apuro el domingo tumbado en el sofá haciendo zapping. En una de tantas vueltas por diferentes canales me encuentro con Gonzalo Miró. Cuando lo veo subo el volumen de la tele. Cuando hablan algunos de sus compañeros lo bajo porque no quiero empezar la semana encabronado. Me gusta Gonzalo. Después de unos principios titubeantes ha encontrado su lugar en la televisión. Como es de los míos me parece que habla con solvencia y con rigor. Siempre estoy de acuerdo con lo que dice y cuando mi argumento se me queda corto ahí está él para ayudarme a reafirmarme en mis ideas. Creo que también trabaja en la COPE comentando fútbol pero ahí ya no lo escucho porque el fútbol me interesa menos que Carmen Lomana. Lo sigo en Instagram y veo que pasa momentos muy divertidos con Loles León y con Boris Izaguirre. Ya le he dicho a Boris que tiene que llevarme un día con ellos.
De las muchas cosas que me gusta de Gonzalo es su manera de desmontar a Felipe González y a Alfonso Guerra. Cuando cierta prensa los saca a pasear como si fueran santos con el fin de cargarse el socialismo actual, Miró destapa con conocimiento de causa las contradicciones de estos popes que han devenido en resentidos señoros. Conoce el paño, no habla de oídas. Guerra se la jugó a su madre con muy malas artes y eso Miró no lo perdona. Estaría bueno. No soporto a estos provectos políticos que juzgan con infinita condescendencia e incluso compasión la labor de los más jóvenes. Por mucho que se empeñen en recordárnoslo, cualquier tiempo pasado no fue mejor ni sus gobiernos un dechado de ejemplaridad. Que se compren un púlpito y machaquen a sus parientes los domingos por la tarde y nos dejen en paz a los ciudadanos de buena voluntad.
Artículo original en Lecturas.