Carta abierta de Jorge Javier Vázquez a Letizia: “Reina, no te merecen”

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Querida Letizia: 

En agosto del año pasado estuve en Buenos Aires. Te recomiendo la visita. Pero para ir como Letizia, no como la Reina. Gracias a Nacha Guevara conocí una canción de ‘El Cuarteto de Nos’ que se convirtió en la banda sonora de mi viaje y en bastantes ocasiones de mi vida. Se llama ‘Ya no sé qué hacer conmigo’. Siempre que ando un poco desconcertado acudo a ella. Hoy, trece de octubre, te la dedico a ti porque ya no sé qué hacer contigo. Creo que el detonante ha sido ver la galería de imágenes de los asistentes a la celebración del doce de octubre en el Palacio Real. Nada nuevo bajo el sol. El mismo mar de todos los veranos. Y lo que es peor: muchos de los que te saludan con una sonrisa te detestan en privado. Lo que te pasa Letizia, y perdóname que te lo diga, es que te has quedado sin público. Quiero decir que una figura como la tuya tiene muy difícil encaje en nuestra sociedad. No digo que no gustes. No, no es eso. Es otra cosa.

Quizás tenga que ver con no haberte preocupado por alistar en tus filas a los obreros de la comunicación. Has caído en el mismo error que la izquierda elitista: el desprecio al vulgo catódico. Te has acercado, sí, a aquellos que tienen la pátina del rigor y el prestigio. Pero ya te digo yo a ti, Letizia, que del prestigio no se vive. Es muy bonito, como el respetito. Pero no alimenta. Y ahora, ¿ante qué escenario te encuentras? Pues ante uno muy complicado por no haberte dado cuenta antes de que te integrabas en una familia en la que volaban los cuchillos y se prodigaban las puñaladas traperas. Y las guerras las libran los soldados, no los sesudos intelectuales desde sus sofás orejeros. Además, como tengas que fiarte de muchos de los que te han ido a saludar el doce de octubre mejor que vayas haciendo las maletas. Es una metáfora, que conste, pero no olvidemos que la poesía es un arma que carga el diablo.

De todas maneras, ahora que estoy reflexionando sobre tu papel, creo que tampoco te hubiera servido formar tu propio ejército. Me pongo como ejemplo. Salgo mucho en la tele y hay gente que me sigue. A mí me gustas mucho. Aunque sea porque los otros -emérito y compañía– no me gustan nada. Cero pelotero. Pero de poco puede servirte mi apoyo porque no soy monárquico. Eso sí: te traslado desde aquí mi solidaridad. Y el reconocimiento a tu trabajo. Pero has pecado de ingenua. Tú, que sabes lo que significa el verbo “trabajar”, pensabas que dedicándote con profesionalidad al oficio de reinar ya estaba todo solucionado. Pero no. Has olvidado algo muy importante: que ocupar un trono significa doblegarse a la intriga. Ser estratega. Reírle las gracias a gentes que detestas. En definitiva: no ser uno mismo la mayoría de las ocasiones. Supongo que llegarías con ilusión a la Familia Real. A mí me asombró desde el principio que aceptaras tan rápidamente meterte en ese embolado. “O está muy enamorada o es muy ambiciosa”, recuerdo que pensé cuando empezamos a conocer los detalles de tu compromiso.

“Me gustaría que fueras feliz”

Porque me costaba entender cómo una mujer como tú, reconocida en su trabajo, estaba dispuesta a dejar una profesión tan adictiva como la nuestra. El amor, que todo lo puede y lo arrasa. Fíjate que creo que ahora estás profundamente arrepentida de haber dado el paso. Y te preguntas: “¿Qué hace una chica como yo en un sitio como este?”. Desde aquí te lo digo, Reina: no te merecen. En pleno siglo XXI no hay otra mujer tan preparada para el cargo como tú. Pero no les gustas porque no te pueden mangonear. Porque el emérito hubiera preferido una princesa de mofletes sonrosados que le riera las gracias y no una plebeya asturiana que está al tanto de lo que piensa y dice la calle. A mí me gustaría que fueras feliz, pero un palacio es el lugar menos indicado para serlo. Así como un excelente presentador no puede sacar adelante él solo un programa nefasto, por muy buena que seas en lo tuyo –que lo eres– es muy difícil que tu trabajo brille.

Y por si eso fuera poco trabajas en una empresa repleta de nostálgicos del régimen anterior –el del emérito– cuyo pasatiempo favorito es ponerte palos en las ruedas. Y así, querida Letizia, no hay quien levante cabeza. Recupera tu vida. Vuelve a la tele y déjalos haciendo lo que mejor saben hacer. Mira, Reina, es que a mí no me gustaría que dentro de veinte años habláramos de ti como lo hacemos de la reina Sofía. Me parece que ya somos lo suficientemente mayorcitos –como seres humanos, como sociedad– para no tener que aguantar cualquier cosa que nos echen por ver a tu hijo/a reinar. Recibe besos de este que te escribe. Un admirador, un esclavo, un amigo, un siervo. 

Artículo original en Lecturas.