Travis, enfermo
Que Travis está muy delicado del corazón. Que tenemos que estar muy pendientes de él. Que lo mismo nos dura tres días que tres años. De repente lo veo inmóvil en el salón, mirándome con unos ojos que parecen pregúntame que qué le pasa. Pues que te estás haciendo mayor, Travis.
Travis llegó a casa en un principio de acogida, pero hizo tan buenas migas con el temeroso Romeo que decidimos quedárnoslo. Es pedigüeño como él solo. Cuando estoy desayunando, o almorzando, o cenando, apoya su hocico en la mesa y dirige su mirada hacia el infinito. Es elegante hasta para pedir y no le hace ascos a nada.
Futbolero por un día
El viernes me engancho al Suiza-España. Aguanto el partido, la prórroga y hasta los penaltis. Al borde del colapso, la verdad, porque sufrimos muchísimo para pasar a semifinales. Y cuando pasamos, se me escapa una lágrima. Tócate la peineta.
Compadezco a los futbolistas, la de malos ratos que deben pasar por mucho que les paguen muy bien. Los enfados de un aficionado pueden ser irracionales. Sin embargo, cuando admiras a un cantante, por ejemplo, le perdonas que desafine en un concierto porque a lo mejor sabes que está pasando por un desamor y la voz de resiente. A un futbolista se le perdona poco.
Borrego en el diván
Viene al ‘Deluxe’ la tía de Alejandra Rubio. La hermana de Terelu. La hija de Teresa Campos. “Potota”. Perdón, “Cotota”. Vamos, Carmen Borrego. Nos cuenta que desde que va a la psicóloga ve la vida de luz y de color, y yo daría lo que fuera por escuchar una de esas sesiones.
Nada nuevo bajo el sol, por otra parte: nos pensamos que los nuestros son unos problemas con difícil solución y al contarlos ante un profesional nos damos cuenta de la cantidad de tiempo que perdemos con chorradas.
Lo bueno que tiene Carmen es que encaja lo que le echen y tiene una capacidad de olvido encomiable. Y es que ya lo dicen los clásicos: “El secreto para la gloria: buena salud y poca memoria”.
El Orgullo a los 50
Ya he escrito muchas veces sobre la edad en este blog. Es algo muy raro lo que me sucede con ella, aunque creo que muy común a todos los de mi generación. Cuando éramos muy jóvenes la gente de cincuenta años eran para nosotros mayorcísimos. Ahora resulta que tengo cincuenta y me encuentro mejor que nunca tanto física como mentalmente.
Veo los ‘stories’ que cuelgan del Orgullo y me parece ciencia ficción. La gente parece divertirse sin descanso, encaramada a una ola de felicidad que parece durar lo que todo el Orgullo. No mienten, yo también me lo pasaba así.
Con los años hay veces que ya no te acuerdas de si te lo pasabas bien en un sitio o no. En el Orgullo, sí. Pero ahora me dicen de meterme en medio de una multitud y se me abren las carnes.
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