Alaska y Mario, la gran decepción

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Este es el post que más me va a costar escribir desde que estoy en Lecturas por lo que han significado en mi vida sus protagonistas: Alaska y Mario. Para que os hagáis una idea: cuando estudiaba B.U.P. llevaba forrada mi carpeta con fotografías de la cantante. Y quizás podría haber permanecido calladito durante un tiempo más pero, tal y como se están desarrollando los acontecimientos, el post estaba al caer. Así que, para qué dilatarlo más.

Estuvo Mario Vaquerizo en ‘Déjate querer’ y dijo: “Mi familia ha vivido una dictadura y yo ahora me siento identificado. No puedes decir lo que piensas. Se supone que habíamos avanzado mucho”. Vaya. ¿Crees que no podemos decir lo que pensamos? Entonces parece que escuchas poco a tu mujer compartiendo micrófono con un ser cuya única virtud conocida es vomitar falsedades e imputar falsos delitos con la misma facilidad que se dictan los números del euromillón.

Con un ser que muy poco tiene que ver con los ideales que tanto tú como ella apoyáis, hecho que no sería en absoluto cuestionable si no fuera porque la discrepancia la ejercita a través del insulto y la humillación. En la mayoría de las ocasiones, fíjate, con el silencio cómplice de la gente que le rodea, llevando así al “paniaguadismo” a su expresión más profesionalizada. Y a mí, como a tantísimos otros, nos duele ver a Alaska metida en ese círculo. Un dolor que linda incluso con el desencanto. Mario, quizás la gente esté empezando a arrugar el morro ante algunas de tus últimas salidas de patas de banco. Porque, quizás, esta gente que llevamos jaleándote incondicionalmente desde hace la tira de años, estamos hartos de que compadrees de una manera tan descarada con representantes de un partido que se opone a la consecución de derechos y libertades que tengan que ver con las mujeres y el colectivo LGTBI+: aborto, matrimonio, trans.

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Mira Mario: me duele en el alma verte comiéndote a besos con una señora que manifestó en los micrófonos donde colabora Alaska que era una pesadez que la semana del Orgullo durara todo un mes, cuando precisamente gran parte de la gente que os adora tanto a ti como a tu señora pertenece al colectivo. Una señora que hace bromas de dudoso gusto sobre la ley trans, que es lo mismo que decir que se está riendo en toda la cara de las coristas que ha llevado Fangoria en sus giras. Una señora que califica el aborto de asesinato, una señora a la que le gustas porque estás casado con una mujer pero que sería poco probable que te hubiera contratado para promocionar la comunidad que preside si fueras gay. Desengañémonos, Mario. No se puede estar a todo. A casi todo sí, pero abrazando a unas personas que desprecian a los que sienten como yo, no. Por ahí no paso porque no me da la gana. Porque ni quiero ni debo permitírmelo. Y porque si esto está a punto de parecerse a una dictadura es porque la señora presidenta y sus compañeros promueven una moral muy cercana a esa época que criticaste en ‘Déjate querer’.

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Me he quedado sin argumentos para defenderte, de la misma manera que ya no encuentro motivo al que agarrarme para entender que Alaska trabaje con uno de los mayores propagadores del odio de este país. En estos tiempos, vendernos la idea de que estar en esa trinchera también es practicar la libertad de pensamiento es un ejercicio de equilibrismo abocado al fracaso. Esta Alaska no tiene nada que ver con la Alaska que yo amé. Porque cada vez que Alaska le ríe a ese alguna gracia o permanece callada ante algunos de sus desatinos muchos de sus seguidores recibimos una hostia de realidad y nos preguntamos desolados: “Cariño, ¿cómo pudiste hacerme esto a mí? Yo, que te hubiese querido hasta el fin”. Supongo que tanto a Mario como a Alaska le importarán poco o nada lo que yo piense. Y entiendo también que este post significará que el mayor contaminador acústico de este país me dedique una semana fantástica.

Pero de la misma manera que Mario y Alaska se sienten libres de abrazar a los que fomentan la involución y el desprecio a la diversidad, yo no puedo caer en la mayor error que según Mario estamos cometiendo últimamente: autocensurarme. Y perdona que te lo diga, Mario: por muchas veces que repitas que eres “políticamente incorrecto”, no lo eres. En tu cabeza quizás sonará bien, pero tus acciones te retratan. Nunca lo has sido pero cada vez que pronunciabas esas palabras tus seguidores nos poníamos de perfil para no tener que profundizar en el asunto y acabar peleados con tus detractores.

Se acercan elecciones. Tiempos difíciles. Tanto a ti como a Alaska os va muy bien la vida. Podéis votar a quien os dé la gana, faltaría más. Pero piensa también que la libertad está muy bien cuando la pueden ejercer todos. Y mucha de esa gente a la que abrazas parece no tener muy claro ese concepto ni hartos de cañas. Solo la entienden cuando está diseñada por y para ellos. Vuestro afectísimo, pero menos.

Blog completo en la revista Lecturas.