Paseo tranquilo con Lima y Bart y empiezo a prepararme mentalmente una entrevista que tengo el lunes. Considero que son una parte importante de mi trabajo y, cuando accedo a conceder alguna, las pienso mucho antes, por respeto a mi profesión y a la persona que me la hace. Llevo tantas hechas que enseguida detecto si l apersona que tengo en frente se la ha preparado o no. Si lo ha hecho, me entrego.
Si no, pongo el piloto automático y tiro de oficio. Y entonces salimos perdiendo los dos. Se me quedó grabada una reflexión del filósofo Salvador Pániker que decía que, cuando dabas una entrevista, el resultado final dependía más del entrevistador que del entrevistado. Si el que te la hace es un imbécil quedas como un imbécil, decía Pániker. Y si es bueno, tú quedas mejor, añado yo.
Hoy viernes uno de noviembre he hablado con mi madre y me ha dicho que se iba al cementerio a ver a mi padre. Me parece una costumbre preciosa, pero a mí no me gustan los cementerios.
Continúa leyendo en www.lecturas.com